Con rebrotes de la pandemia en todo el mundo a causa de la propagación de la cepa Delta, un irresponsable que llegó de Perú y no hizo cuarentena ni fue controlado por el gobierno provincial, infectó a 17 familiares con esa variante y hay burbujas afectadas en cinco colegios. En países donde la vacunación está más atrasada, incluyendo Estados Unidos, donde hay varios estados que no han vacunado al 40 por ciento de su población, también empiezan a tener récord de fallecimientos. En todo el mundo analizan restricciones más severas a los antivacunas.
La acción irresponsable del viajero cordobés desparramó la infección en una provincia donde, por ignorancia o mala información, el 40 por ciento de la población no quiere vacunarse.
El total del país, en cambio, está entre los más avanzados en sus programas de vacunación. Más del 50 por ciento de la población tiene por lo menos una dosis de la vacuna. Sin embargo, recién empezó a bajar la curva ascendente de la segunda ola de la pandemia.
En una carrera contra el tiempo, el gobierno aceleró el programa de vacunación alcanzando récords de 400 mil vacunados en un día, poco menos de la mitad de ellos en la provincia de Buenos Aires que, por sus características, hubiera sido arrasada por la pandemia.
La meta fue lograr el máximo de personas vacunadas antes de que la variante Delta, que ya es mayoritaria en países vecinos, se instale en Argentina. Todas las vacunas que se aplican en el país han demostrado ser efectivas para evitar hospitalizaciones o muertes por la pandemia, incluyendo a la cepa Delta del virus.
En Estados Unidos, que está sufriendo un rebrote pandémico, el 83 por ciento de los casos se producen en los Estados que tienen menos vacunados. En la última semana tuvo una media de 240 muertes diarias y los especialistas afirman que la mayoría de ellas podrían haberse evitado con la vacuna.
El rebrote en el planeta está causado por la variante Delta, pero en los países que tienen más vacunados, como Estados Unidos y los de la Unión Europea, los índices de hospitalización y muertes son más bajos que en países como India, Indonesia, Malasia y Vietnam, donde los programas de vacunación van más atrasados.
Las permanentes recaídas que obligaron a restringir la actividad normal y resintieron la economía llevaron a pensar restricciones más estrictas a la circulación de los no vacunados. El presidente de Francia Emmanuel Macron decretó que el personal de salud que no esté vacunado no podrá trabajar en hospítales estatales y además impuso un pasaporte sanitario difícil de falsificar, que es exigido para entrar a lugares de esparcimiento público como bares, restaurantes y en el transporte público.
El pasaporte sanitario creó problemas para extranjeros que se vacunaron en otros países, aún con medicamentos aprobados ya que no aceptan los certificados. Cada tres días tienen que hacerse el PCR. Gran Bretaña abrió sus aeropuertos, pero expresó su enojo porque Estados Unidos no deja entrar los aviones que provienen de allí. Y el presidente Joe Biden estaría pensando medidas similares a las francesas.
El “que se mueran los que se tengan que morir” no funcionó en ningún lado. Por el contrario, causó más muertes y las economías se resintieron de la misma manera que en los países que aplicaron restricciones.
Los argumentos de las derechas al principio de la pandemia –que buscaron impedir las restricciones sanitarias con el fin de no afectar la actividad económica– fueron superados por la realidad. En Argentina se hizo campaña contra la decisión del gobierno de restringir los vuelos internacionales y el ingreso de viajeros del exterior.
Los medios macristas se rasgaron las vestiduras por los argentinos varados en el exterior, que habían viajado a pesar de conocer la situación crítica mundial. Es fácil deducir que sin esas restricciones, el virus hubiera entrado mucho antes, con menos población vacunada y hubiera ocasionado un desastre.
Hasta ahora, los casos infectados con la cepa Delta del virus habían sido viajeros, pero ayer la ciudad de Buenos Aires informó que detectaron dos casos de transmisión comunitaria en el barrio porteño de Monserrat. La llegada de este coronavirus mutante era inevitable, pero era posible retrasar su ingreso con fuertes controles en las llegadas del exterior. Cuando se aplicaron estas restricciones recibieron duras críticas por parte de los medios macristas y sus dirigentes.
En el tiempo ganado se aceleró la vacunación justo cuando el rebrote mundial está provocando nuevamente problemas para la provisión de vacunas, con lo que la fabricación local se convierte en un factor de gran relevancia estratégica. De hecho hay problemas para conseguir la segunda dosis de la Sputnik, pero ya comienza su fabricación en el país.
Sin embargo, el arribo de la nueva variante, 120 por ciento más virulenta que la original, con más de la mitad de la población vacunada por lo menos con una dosis y con más del 75 por ciento de la población en riesgo inmunizada, significa una ventaja, pero como lo demuestra Estados Unidos, no implica estar fuera de peligro.
El discurso de la infectadura y de las supuestas libertades restringidas, sobre el que basó la derecha su actitud ante la pandemia puso en discusión el sentido de libertad sin responsabilidad. El viajero que no respetó la cuarentena en Córdoba al llegar de Perú es un ejemplo de la clase de libertad irresponsable que propugnan.
Más que una declaración de principio ha sido una actitud opositora. Lo han hecho más por oponerse y ser oposición, que porque creyeran ciertamente en ese discurso. Pero la oposición irresponsable promueve a su vez ese tipo de actitudes de “libertad” irresponsable.
El tipo repitió el discurso de “a mí nadie me va a decir lo que tengo que hacer con mi cuerpo” y contagió a 17 personas, entre ellas a 13 familiares a quienes puso en riesgo de muerte. Y contribuyó a esparcir la nueva cepa del coronavirus que seguramente significará un incremento de infectados y muertos cuando parecía que se estaba superando la segunda ola de la pandemia.
Al anunciar el pasaporte sanitario, a Macron le asignaron unas declaraciones que después fueron desmentidas: “Yo no tengo ninguna intención de sacrificar mi tiempo, mi libertad y la adolescencia de mis hijas, así como su derecho a estudiar adecuadamente, por quienes se niegan a vacunarse. Esta vez los que se quedan en casa son ustedes”. También le atribuyeron que dijo: “en Francia, quienes no se vacunen ya no podrán ir a restaurantes, cafés, cines y museos y subirse a aviones o trenes”.
No lo dijo, pero el pasaporte sanitario funciona así. El que no lo tramitó se queda en casa porque tiene muy restringida la circulación. O se vacuna. Después que Macron anunció estas medidas, 4,3 millones de franceses sacaron turno para vacunarse. En Córdoba podrían seguir el ejemplo.
Un episodio casi anecdótico como el del viajero que no respetó la cuarentena detonó ese discurso falso sobre la libertad irresponsable que tanto daño hizo durante la pandemia. Ese discurso falso incluye las trabas que se pusieron a las medidas sanitarias en Formosa, vecina de un Paraguay infestado por la cepa Delta, o a las críticas por las limitaciones a los vuelos al extranjero que llevan y traen a la peste.