El presidente ultraderechista defiende en público la fuerza como instrumento para ejercer el poder y fomenta la coacción política a través de las «milicias» parapoliciales.
Desde Brasilia
Palabra de Chico Buarque. El cantante brasileño considera que su país está «con un pie en el fascismo» como consecuencia de la política sistemática del presidente, Jair Bolsonaro, destinada a carcomer la democracia.. El excapitán venció las elecciones de 2018 a caballo de una campaña recordada por la defensa de la «la tortura y decir que era necesario matar a por lo menos 30 mil personas». Desde su llegada al gobierno, en 2019, no dejó de empeñarse en establecer un modelo semejante al régimen que imperó entre 1964 y 1985.
Autor de clásicos de la Música Popular Brasileña, Buarque es un descifrador agudo de la tragedia cotidiana de un país en vilo (por decir lo menos). Entrevistado por Regina Zappa, para el canal progresista TV 247, Buarque habló del «pensamiento nazi o fascista» del presidente y puso en evidencia cómo recobraron actualidad valores sembrados durante la dictadura. Los que en rigor nunca fueron extirpados de raíz -probablemente porque hasta hoy rige la ley de amnistía promulgada, en 1979, por el dictador Joao Baptista Figueiredo que garantizó impunidad de los represores-.
Bolsonaro defiende en público la fuerza como instrumento para ejercer el poder (acaba de decir en una ceremonia ante generales que las FFAA son las que deciden, en última instancia, si hay o no democracia) y fomenta la coacción política a través de las «milicias» parapoliciales de las cuales es una suerte de comandante en las sombras. Se trata de una prédica que de tan repetida ha sido normalizada.
Junto a lo anterior asegura estar dispuesto a perpetrar un autogolpe alegando cualquier pretexto ( una de las tretas sería alegar un fraude imaginario, como Donald Trump) mientras fogonea la guerra política contra la oposición.
Este lunes insultó a Luiz Inácio Lula da Silva, a quien se refirió como «nueve dedos», por el meñique que el extornero perdió cuando era operario metalúrgico.
El sábado había atacado al gobernador de San Pablo, el conservador Joao Doria, y jurado lealtad mafiosa a las policías durante un acto al que concurrieron cientos de presuntos agentes de seguridad, vestidos de civil, con carteles llamando a la instalación de un gobierno militar.
Mussolini
La concentración del sábado se realizó en el Parque Ibirapuera, de San Pablo, luego de una caravana que recorrió a periferia de la ciudad. A la cabeza del pelotón de 12 mil motos iba Bolsonaro.
La escena evocaba las imágenes en blanco y negro de Benito Mussolini en la década del 30 paseándose por Roma, rodeado de camisas negras. Se trata de estéticas llamativamente parecidas: no sólo por las motocicletas.
Hace un mes el capitán jubilado se paseó a caballo por el centro de Brasilia, un ritual al que también era afecto Mussolini. Al ver las imágenes de archivo, el Duce resultó ser mejor jinete que su émulo sudamericano. En enero el brasileño nadó ante cámaras en el litoral atlántico en otro spot que parecía sacado de las cintas de «Luce», el instituto de propaganda mussoliniana. En el Palacio del Planalto funciona el «gabinete del odio», algo así como un ministerio de propaganda y desinformación al servicio del gobernante.
Las autoridades de San Pablo multaron a Bolsonaro, no por haber amenazado la democracia con el discurso pronunciado el sábado, sino por estar sin tapaboca y fomentar una aglomeración cuando la pandemia avanza hacia las 490 mil víctimas fatales, cifra que puede ser alcanzada este martes.
Lula en Río
Diputados del Partido de los Trabajadores (PT) denunciaron hoy al gobernante ante la justicia por conducir una moto con la patente cubierta, un delito penado hasta con cárcel.
Ese sábado pasado, día de la marcha bolsonarista en moto, Lula se encontraba en Río de Janeiro, destino de su segundo viaje luego de haberse inmunizado contra el coronavirus, en el marco de un trabajo de unificación de fuerzas de un amplio arco político para hacer frente al neofascismo en las elecciones de octubre de 2022. El petista derrotaría al mandatario un eventual ballotage según todos los sondeos recientes.
Las marchas sirven para que Bolsonaro «se haga ver junto a los ´milicianos´ , muchos de ellos no tienen tapabocas, al parecer lo hacen para provocar», comentó el líder petista con barbijo mientras participaba de un encuentro con referentes de las favelas cariocas.
Si en Brasil hubiera una democracia por entero la tarea de Lula se resumiría en tejer alianzas en el campo democrático, popular y de izquierda, para garantizar una victoria que hoy se presenta como probable, aunque no segura.
Ocurre que vencer los comicios no basta para llegar al Palacio del Planalto en este nuevo orden donde uno de los partidos más fuertes, sino el más, es el de los militares que detentan un poder de veto implícito.
Debido a todas estas anomias, la tarea de Lula no se limita a pensar en los comicios, sino en sumar partidos y movimientos sociales en pos de un frente de resistencia democrática ante al avance diario del régimen como forma de garantizar el respeto al resultado de las urnas en 2022.
Sería un engaño suponer que el fascismo sólo se instalará a través de una asonada con día y hora marcadas. Al contrario, éste puede afianzarse como resultado de una sedición a cuentagotas, como la perpetrada con persistencia por Bolsonaro.
De allí la importancia de las movilizaciones del próximo sábado en repudio de la Copa América, realizada con la complicidad del gobierno interesado en distraer una opinión pública que lo repudia en un 59 por ciento. Si la Copa estalla, los daños caerán en la cuenta del gobierno.
Selección y dictadura
Chico Buarque participó junto a Hildegard Angel en la excelente entrevista realizada por Regina Zappa para la TV 247. Angel es hermana de Sutart Angel Jones, detenido desaparecido en 1971, bajo el gobierno del general Ernesto Garrastaçu Médici.
Durante el mandato de Médici se vivieron los años más violentos del régimen que supo sacar ventaja de la conquista de la Copa del Mundo de 1970 por parte de la selección de Pelé. La camiseta amarilla fue puesta al servicio de la guerra sucia a través de un aparato de propaganda eficaz. «Pra Frente Brasil» es una de las frases que resumen aquellos años de plomo y goles.
A esa fórmula apuesta Bolsonaro, un admirador de Médici, que confía en la Copa América como tabla de salvación. Médici iba a los partidos con una radio a pilas. El domingo pasado Bolsonaro vio el partido inaugural por televisión vistiendo una camiseta amarilla.